Italia. Circuito de Monza. Domingo 11 de septiembre de 1988. El Gran Premio de Italia está a punto de arrancar con los temibles McLaren Honda MP4-4 al frente de la parrilla, dispuestos a llevarse la duodécima victoria de la temporada en doce carreras. Justo detrás de ellos arrancaban Berger y Alboreto a bordo de los Ferrari F1/87C/88 buscando realizar una gran carrera ante sus seguidores
La carrera se disputaba dentro de un ambiente especial. Faltaba alguien, faltaba el mito de la automoción, el fundador de la Scuderia. Era la primera carrera que se disputaba en suelo italiano sin la presencia de Enzo Ferrari, fallecido un mes antes de esa cita mundialista. La historia dice que no estuvo presente en Monza. Según cuenta la leyenda, el señor Ferrari no quiso perdérsela.
Esa carrera empezaba según el guión previsto, McLaren era, sin oposición ninguna, el candidato número uno al triunfo y desde la salida sus pilotos empezaron a rodar directos a por la victoria, la que podría ser la octava de Senna, quien lideraba la carrera desde el inicio, o la quinta de Prost. A un ritmo de casi un segundo por vuelta más rápido iban dejando atrás al resto de competidores. Todo hacía presagiar un doblete del equipo de Woking en Monza, pero hay veces en las que el destino es caprichoso.
Esa carrera empezaba según el guión previsto, McLaren era, sin oposición ninguna, el candidato número uno al triunfo y desde la salida sus pilotos empezaron a rodar directos a por la victoria, la que podría ser la octava de Senna, quien lideraba la carrera desde el inicio, o la quinta de Prost. A un ritmo de casi un segundo por vuelta más rápido iban dejando atrás al resto de competidores. Todo hacía presagiar un doblete del equipo de Woking en Monza, pero hay veces en las que el destino es caprichoso.
En la vuelta 34 la decoración de la carrera empezaría a cambiar con el abandono de Prost por problemas en su motor. Era la primera vez en toda la temporada que al francés le fallaba su propulsor Honda. Esto dejaba a Senna en solitario en cabeza, en una cómoda posición para ganar la carrera, y así poder obtener un buen resultado para el campeonato. Con más de medio minuto de ventaja sobre sus más inmediatos perseguidores, Berger y Alboreto, la victoria estaba en sus manos. Sólo un milagro podría hacer que un Ferrari ganase en Monza.
Con Prost fuera de escena, Senna comenzaba a bajar el ritmo y controlar la carrera, mientras que ambos Ferrari iban recortando la diferencia con el brasileño, despertando las ilusiones de los tifosi allí presentes. Todavía quedaban vueltas y nada hacía indicar que Senna se fuese a quedar sin su octava victoria de la temporada.
Faltaban tres vueltas para el final de carrera y Senna se preparaba para doblar a Jean-Louis Schlesser, al volante de un Williams en sustitución de Martin Brundle. En esa maniobra, se produjo un toque, Senna trompeó, su monoplaza quedó apoyado en el piano de la Variante del Rettifilo con sus ruedas traseras en el aire, de forma que sus acelerones para tratar de volver a la carrera fueron en vano, dejando el liderato y la victoria en bandeja de plata a Berger. La alegría se desataba en Monza, quedaban dos vueltas para acabar y Ferrari estaba a punto de firmar un doblete histórico a la par que emotivo. Era la mejor forma de rendir homenaje al mito, al fundador, al señor Ferrari.
No era yo quien pilotaba, en un determinado momento sentí que el coche me pedía ir más y más rápido. Yo conocía ese coche, sabía cómo llevarlo al límite, lo había hecho hasta ese momento, pero lo que sucedió entonces no puedo explicarlo. Yo sentía que el coche me pedía más, notaba cómo vibraba en las frenadas, cómo se agarraba al suelo en las curvas, cómo estallaba el motor cuando aceleraba, cómo me invitaba a ir cada vuelta un poco más rápido que la anterior. Y lo hice, no sé cómo, pero lo hice... o lo hicimos. Cuando vi el coche de Senna parado en el piano, pude escuchar el rugido de la multitud por encima del ruido del motor, nunca me había pasado. Retiré la vista del asfalto y me fijé en el público, los veía cerca, muy cerca, mucho más cerca que en ningún otro circuito. No sé cómo di esas dos vueltas que aún quedaban, creo sinceramente que el coche iba solo. (Gerhard Berger)
Precisamente en aquella carrera, Ferrari conseguiría la única victoria de esa temporada, en su casa y sin la presencia de Il Commendatore. Esa carrera forma parte de la historia de la competición, por lo que pasó en la pista y también por lo que cuenta la leyenda.
Es evidente que alguien ahí arriba quería que hoy ganaran ellos. (Ayrton Senna)
¿Tuvo algo que ver Enzo Ferrari en todo esto?
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3 comentarios, ¡anímate a comentar!
Gracias por rescatar esta emotiva historia del mundo de la Fórmula 1. Si parece que Enzo Ferrari estuvo presente :)
Parece ser que el McLaren de Senna tenía un problema e iba a ser cazado por Berger. Por eso se dio tanta prisa por doblar a Schlesser y por eso acabó como acabó.
Fantastico y emotivo post.La verdad es que era una historia que apenas recordaba
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